Había una vez un hombre que tenía un criado bastante tonto. El hombre no era tan mezquino como para despedirlo, ni tan generoso para que hiciera nada. El caso es que el hombre trataba de darle tareas sencillas para el que tonto sirviera de algo. Un día lo llamó y le dijo:
-Ve hasta el almacén y compra una medida de harina y una de azúcar. La harina es para hacer pan y el azúcar para hacer dulces, así que procura que no se mezclen. ¿Me has escuchado? ¡Que no se mezclen!
El criado hizo esfuerzos por recordar la orden: una medida de harina, una medida de azúcar, y que no se mezclen... Que no se mezclen. Cogió una bandeja y fue al almacén.
-Déme una medida de harina señor.
El almacenero metió el jarro de la medida en la harina y lo sacó colmado. El criado acercó la bandeja y el almacenero vació el jarro encima.
-Y una medida de azúcar-dijo el comprador.
-¡Que no se mezclen!-añadió.
-Y entonces, ¿Dónde pongo el azúcar?- preguntó el almacenero.
El otro pensó un rato y, mientras pensaba (cosa que buen trabajo le costaba), pasó la mano por debajo de la bandeja y se dio cuenta de que estaba vacía. Así que, en una rápida decisión, dijo: "aquí", y le dio la vuelta a la bandeja, derramando, por supuesto la harina.
El criado dio media vuelta y regresó contento a la casa: una medida de harina, una de azúcar y que no se mezclen.
-¿Y la harina?
-¡Qué no se mezclen! - contestó el criado-. ¡Está aquí! -Y, en un rápido movimiento, dio la vuelta a la bandeja...derramando también el azúcar.
JB
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